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Mis raíces

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Noche fresca, noche de campo, noche de estrellas, noche de paseos, de risas de niños, de calor de familia… Noche de pueblo, de raíces y de los que ya no están pero los siento en el alma como cuando era niña y los veranos pasaban lentos entre girasoles, botijos y almendros.


Cierro los ojos, respiro profundo y me inundan sus recuerdos. Tantos que no me caben; mondando lentejas, partiendo piñones, cogiendo higos, buscando níscalos… Siempre con un afán, nunca quieto, ese era mi abuelo.


Él me inyectó en vena el amor por esta tierra dura. Dura, pero era la suya.



Ellos están más vivos aquí. La gente los recuerda, los nombra y me enorgullezco cuando me llaman “la nieta de…” Es como si siguieran estando… en cierto modo me reconforta estar aquí, siento que me envuelve este aire seco que respiraron y que piso los caminos salpicados de cantos que tantas veces recorrieron, que tantas veces recorrimos juntos de la mano, con los ojos de niña llenos de pinos, viñas, higueras…


Qué suerte haber gozado esta tierra con mis abuelos. Imposible entenderla si no. Ellos le daban sentido, y hoy su esencia la impregna haciéndola bella, haciendo que quiera volver cada verano, como las golondrinas que anidan en el porche de su casa año tras año.


Ellas también los vieron, y vuelan con su recuerdo.


Os quiero, abuelos.

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